El Mundo - Sal Emergui - Algunos lo ven una locura. Otros, una arriesgada aventura que se estrellará con la realidad. En unas modernas oficinas en Ramala, se limitan a sonreír, trabajar y soñar. Un equipo local con asesores de medio mundo protagoniza el proyecto más importante de su historia: construir la primera ciudad palestina de la era moderna.

"La idea surgió en 2007 con el inicio de la mejora económica y de seguridad en Cisjordania. Tras construir con éxito en Marruecos, Egipto y Jordania, nos dijimos que era el momento de invertir en nuestro país", explica Bashar Masri, máximo responsable de la ciudad, bautizada con el nombre de Rawabi, "colinas" en árabe. Es la corona del plan del primer ministro, Salam Fayad, de impulso de las infraestructuras para declarar en dos años el Estado palestino. "Rawabi es un proyecto económico, social y, sobre todo, una clara expresión política", confiesan en su sede de Ramala.

Visitamos las colinas que darán paso en poco más de dos años a Rawabi. La elección no es casual: a nueve kilómetros de Ramala, 25 de Nablús y 20 de Jerusalén. Este mes, los 'bulldozer' empezarán a trabajar en 6,3 kilómetros cuadrados. "Las ciudades suelen ser construidas por los países, pero aquí el sector privado es el único que puede hacerlo", afirma Masri.

Rawabi es el hijo mimado de Fayad. La nueva 'city' dará empleo a 10.000 personas y ofrecerá un soberbio centro de ocio con cines, teatros, hoteles, cafeterías, un centro comercial y un parque tecnológico. Y varias mezquitas.

"Gracias a Rawabi, esas colinas no acabarán algún día en manos de los colonos", añade un funcionario palestino. El vicedirector ejecutivo, Amir Dayani, se muestra convencido de que "un Estado se crea con proyectos como Rawabi, que suponen un boom económico y una enorme inyección de esperanza".

Viviendas de lujo

Con un capital de 800 millones de dólares palestinos y principalmente qataríes (unos 530 millones de euros), la ciudad está diseñada para 40.000 habitantes e incluye 1.000 viviendas de lujo. "Yo no me desperté una mañana y me dije: 'Voy a construir una ciudad'. Es un largo proceso. Buscamos algo moderno y eficiente que cumpla las expectativas de mi pueblo. Nos dirigimos a la clase media, los sectores profesionales, solteros o recién casados, parejas donde la mujer también trabaja", indica Masri, de vuelta ya en su despacho. Cuando contempla su sueño en un modelo en miniatura, sus ojos brillan y su voz se vuelve solemne. "Aquí, en los pisos más altos, se divisará el Mediterráneo", nos dice señalando un barrio que parece inmaculado.

La realidad no lo es tanto. Hay mejora económica, pero no proceso de paz; los palestinos se encuentran divididos y se habla de una tercera intifada. "No podemos rendirnos. Soy consciente de los elevados riesgos. ¿Es éste el mejor lugar para invertir? Por supuesto que no. Es preferible invertir en España. Pero tenemos que ser responsables de nuestro destino. Si la situación mejora, aparecerán decenas de Bashar Masri y Rawabi", anuncia antes de soltar una premonición: "No habrá una nueva intifada, pero algo va pasar".

Masri aspira a repetir el modelo en la Franja de Gaza, controlada por Hamas y bajo bloqueo israelí. Rawabi es el ejemplo más contundente de la diferencia entre la emergente Cisjordania y la arruinada Gaza. "No me siento culpable por este proyecto. Quizás deban enfadarse conmigo en Nablús, donde nací, por no hacerlo allí. Si hay éxito, habrá otras Rawabi en Nablús, Yenin y Gaza", promete.

Masri reconoce que la ciudad sería imposible sin la autorización israelí: "Rawabi estará mayoritariamente en el 'área A', controlada por las autoridades palestinas. Podríamos hacer este proyecto sin Israel, pero necesitamos el acceso a las carreteras. Nos han prometido permiso para pasar, pero de momento sigue siendo una bonita promesa".

A falta de un Estado, los palestinos esperan declarar la creación de su primera ciudad moderna y convertir la loca aventura en un cimiento de realismo. Porque Rawabi "es algo más que una ciudad".

 

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